« Literatura: una importante mediación hermenéutica para la Teología »
por Cecilia Inés Avenatti de Palumbo
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Si bien las relaciones entre fe y literatura crecieron a la par del cristianismohaciendo de la Biblia su fuente primera, y aunque posteriormente la teología frecuentó con intensidades y motivaciones variadas la amplia gama de los diferentes géneros poéticos, la conciencia epistemológica interdisciplinaria se hizo explícita recién a mediados del siglo veinte. Tras una prolongada preparación,llevada a cabo por teólogos que encontraron en la literatura un lenguaje revitalizador,[1]el Concilio Vaticano IImarcó el comienzo de una nueva etapa que permitió plantear los supuestos del diálogo entre teología y literatura con sentido crítico. El texto magisterial más significativo, al que remiten todos los desarrollos posteriores es el de Gaudium et Spes 62, cuyo pasaje central evocaremos aquí una vez más:
También la literatura y las artes son, a su modo, de gran importancia para la vida de la Iglesia. En efecto, se proponen expresar la naturaleza propia del hombre, sus problemas y sus experiencias en el intento de conocerse mejor a sí mismo y al mundo y de superarse; se esfuerzan por descubrir su situación en la historia y en el universo, por presentar las miserias y los gozos, sus necesidades y sus capacidades, y por bosquejar un mejor porvenir para la humanidad. Así tienen el poder de elevar la vida humana en las múltiples formas que ésta reviste según los tiempos y las regiones.[2]
La relevancia de la literatura procede de su condición estética, dado que “en” su forma, y no a través o más allá de ella, se transparenta la esencia, lo cual se vuelve visible en razón de la luminosidad que irradia desde el fondo.[3] Atravesada por el signo fugaz de latemporalidad, la literatura se desarrolla en la historia, pero su lenguaje de origen simbólico apunta más allá del tiempo y de la muerte. Por ello, mediante la percepción de la forma literaria la memoria activa, que descubre, conserva y recrea, se proyecta hacia el futuro para imaginar un mundo mejor. Esta paradójica tensión entre lo finito y lo infinito sella su desproporción constitutiva entre lo que promete y lo que en realidad puede dar.
Dos cuestiones a tener en cuenta en el entramado de este diálogo interdisciplinario. Primero, que la iniciativa ha sido unidireccional, ya que surgiódesde la teología hacia la literatura. Segundo, queentre los cruces posibles, el diálogo se establecióentre la teología como ciencia y la literatura como hecho estético, lo cual plantea una situación asimétrica, que exige el trazado de puentes entre órdenes y lenguajes diferentes. Es precisamente allí, en el hiato entre lo universal y lo particular, entre la reflexión especulativa y la vehemencia ontológica de la poesía, donde queremos ubicar nuestra propuesta.
Para ello, primero, realizaremos unabreve referencia al estatuto interdisciplinario entre teología y literatura, señalando aciertos y límites del camino recorrido. Luego, en segundo término, propondremos la imaginación creadora como puente de unidad entre ambas orillas, a fin de ofrecer un camino de renovación al modo de pensar (antes que de decir) de la teología. Con esto esperamos poder dar cuenta de la afirmación hecha en el título acerca de la importancia de la literatura como mediación hermenéutica para la teología.
[1] Para mencionar sólo a los maestros más representativos del siglo XX: Hans Urs von Balthasar, Charles Moeller, Romano Guardini, Henri de Lubac y Adolphe Gesché.
[2] Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 62; Juan Pablo II, Carta a los Artistas 11.
[3] Cf. Hans Urs von Balthasar, Gloria. Una estética teológica. 1. La percepción de la forma, Madrid, Encuentro, 1986, 24, 111,141-142.