3. Imaginar desde la fuente originaria para crear otro modo de pensar
Mi propuesta es crear un nuevo modo de pensar teológico en el que la dimensión sensible, particular, histórica quede integrada con la dimensión intelectual a través del puente de la imaginación. No se trata de que la teología escriba en forma de novela, de poesía o de teatro, ni tampoco que instrumentalice a la literatura sea del modo que sea. Estos caminos ya han sido transitados sin producir una verdadera transformación. En estos términos se expresaba la editorial de esta revista en el primer número dedicado al diálogo entre literatura y teología:
Desde hace algún tiempo nos apasionan las relaciones entre teología y literatura. Presentíamos unas riquezas a las que se muestra sorda una teología excesivamente dialéctica, teorizante y académica y unos recursos de expresión de que está privada. […] La primera etapa consistirá en descubrir en qué medida las creaciones literarias pueden contener un trasfondo teológico explícito o latente. […] Las dificultades son mayores de lo que podría parecer a primera vista. Hay que leer la literatura, acomodar la visión, cambiar de registro. […] Hay que llegar más lejos y preguntarse si hay algo que sólo la literatura pueda expresar, algo que ninguna teología conceptual podría formular y que la literatura expresa con rigor. […]. En una segunda hemos tomado conciencia de cierto número de problemas fundamentales que hoy plantea la literatura a la teología. Por una parte, nos obliga a considerar una situación general del lenguaje en nuestro tiempo. Urge comprender que el lenguaje humano desborda los límites del saber, del poder y del hacer en que lo han confinado la ciencia, la técnica, una filosofía abstracta y voluntarista, una práctica política de corto alcance, y debe comportar modos capaces de expresar la existencia y la esperanza, modos en los que el hombre no dispone del lenguaje, sino que lo escucha. La literatura nos aporta el testimonio de esta posibilidad.[14]
Pasaron ya cuarenta años y la tarea sigue pendiente. Nuestra propuesta es realizar un aporte más a los ya hechos por tantos otros, subrayando la importancia que para la teología tiene mirarse en el espejo de la fuente creadora del lenguaje poético. De este modo nos hacemos eco de la importancia de que la teología pueda incorporar a su “modo de pensar” este núcleo distintivo del fenómeno literario que es el de la imaginación creadora.
Desde los ecos que esto despierta en la teología, se trataría de gestar una nueva dirección que surja de la fuente misma del Dios revelado como Trino. El “desde dónde” de la persona que ama es el punto de partida decisivo que orienta el “hacia dónde”. Hay un yo que se despierta en contacto con el tú en una reciprocidad de orígenes que la imaginación creadora puede activar. La imaginación crea a partir de la relación con el tú y se establece en el “entre” de la palabra que se manifiesta en la forma del nosotros. El misterio primigenio es el Amor trinitario, creación en acto puro. Es la imaginación la que imprime en la teología la huella de la Vida de Dios. De la huella del fuego trinitario se alimenta la imaginación teológica para que pronuncie esa nueva palabra que el hombre espera hoy.
Esto podría significar un giro imaginativo decisivo para la supervivencia de la comunicabilidad de la teología. La imaginación creadora sería la mediación entre el mundo estético de la literatura y la experiencia trinitaria que está en el origen de la palabra teológica. Se trata de mirar y de imaginar de otro modo para poder crear.
En definitiva, la literatura, que es siempre fruto de la imaginación creadora, le ofrece a la teología un espejo donde mirarse a sí misma en la palabra poética. En hospitalidad recíproca, el diálogo se realizaría en sentido transdisciplinario.[15] La palabra teológica y literaria compartirían entonces el común estado de abierto de un lenguaje que no cierra, que no clausura, sino que está en permanente apertura de mundos y de sentidos nuevos.Lo creativo está sujeto al ritmo del Creador y, por tanto, cuando no se busca así mismo, es una respuesta de escucha y humildad ante la desproporcionada sobreabundancia del misterio que se le manifiesta.Esto es válido tanto para la literatura como para la teología. No hay que romper para crear: Dios recrea, no rompe. Se trata de confiar en la mediación para que la nueva palabra pueda emerger y todo este largo intercambio entre teología y literatura fecunde en un proyecto de comunión entre los diferentes, por la acción de nuevas imaginaciones creadoras.
[14] Jean-Pierre Jossua – Johannes Baptist Metz, “Presentación. Teología y Literatura”, en Concilium 115 (1976) 157-158.
[15] Cf. Sergio Rondinara, “Dalla interdisciplinarità alla transdisciplinarità, en Sophia 1 (2008-0) 61-70.