2. La Iglesia Pueblo de Dios en salida
La eclesiología conciliar del Pueblo de Dios es acogida por Francisco (Evangelii Gaudium 111; 114). Esa Iglesia que «se encarna en los pueblos de la tierra, cada uno de los cuales tiene su cultura propia» (EG 115), debe salir a los «nuevos ámbitos socioculturales» (EG 30) y encontrarse con «las periferias» (EG 20). No se trata de ir tras una renovación de la religión para hacer sus prácticas más accesibles al hombre de hoy, sino «vivir a fondo lo humano» (EG 75), «salir de sí hacia el hermano» (EG 179) y rescatar una religión con religación fraterna. Es aquí donde el catolicismo se mide hoy, impulsando procesos de reforma (EG 188; 205; 208) y restitución de los vínculos socioculturales de los pueblos (EG 67; 178).
Según este modelo «la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano» (EG 182), de modo que la lucha por las mejoras de las condiciones socioeconómicas del otro no puede seguir siendo un asunto privado u opcional de algunos. Tampoco está reservado a los pastoralistas durante unas pocas horas a la semana. Como recuerda el magisterio latinoamericano «nuestra conducta social es parte integrante de nuestro seguimiento de Cristo» (PUEBLA476), porque «el kerygma —anuncio— tiene un contenido ineludiblemente social» (EG 177).
El Papa introduce aquí un elemento propio de la recepción del Concilio en el magisterio latinoamericano. Se trata del enfoque sociocultural, que no se refiere solo al lugar en el que la Iglesia desarrolla su misión, sino también al horizonte desde donde ella se discierne:
«la Iglesia tiene que verse y ver sus problemas desde el pueblo. El pueblo sería el elemento iluminador y unificador de la problemática de la Iglesia. Es decir, no verlo desde sus conflictos internos, desde sus dificultades internas, o desde sus problemáticas parciales internas, sino desde su inserción, como Pueblo de Dios, en el pueblo».[7]
Esto significa que los pueblos no son simples recipientes y destinatarios de proyectos externos. Si el pueblo es el sujeto y el agente de su propia historia, la Iglesia se debe al pueblo, y no a la inversa.[8] Es la periferia la que da sentido al centro, y no al contrario; es la relación cotidiana y constituyente, vivida desde la fe, la que informa al pueblo y le da sentido como Pueblo de Dios, y no su pertenencia a una religión oficial. Como recuerda el Papa:
«los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados».[9]
En la Evangelii Gaudium Francisco trazó una hoja de ruta para tal fin a la luz de tres fuentes: el modelo discipular-misionero propuesto en Aparecida, la relación entre evangelización y liberación planteada en la Evangelii Nuntiandi por Pablo VI, y la importancia del lugar sociocultural que enfatiza la teología y el magisterio latinoamericanos. Así lo había anunciado en Río: «el discipulado-misionero que Aparecida propuso es el camino que Dios quiere para este hoy».[10]Sobre estas bases se logra articular una nueva recepción universal del Vaticano II.
Una de las fuentes principales para la comprensión de este enfoque que sigue Francisco es el Documento de San Miguel, en el que los obispos argentinos adaptaron las conclusiones de Medellín a su propia realidad local:
«la Iglesia ha de discernir acerca de su acción liberadora o salvífica desde la perspectiva del pueblo y de sus intereses, pues por ser este sujeto y agente de la historia humana que está vinculada íntimamente a la historia de la salvación, los signos de los tiempos se hacen presentes y descifrables en los acontecimientos propios de ese mismo pueblo o que a él afectan».[11]
Decir que la Iglesia ha de discernir su misión desde el pueblo no es un principio sociológico, se trata de una consecuencia del carácter encarnatorio y misionero que le es intrínseco, y comporta una dimensión salvífica; así que, en cuanto Pueblo de Dios —Lumen Gentium—, no puede no vivir sino en salida hacia cada pueblo de esta tierra y en medio de ellos —Gaudium et Spes—, lo cual conlleva un proceso de conversión pastoral de la Institución eclesiástica, tanto en su proceder teológico, como en su actuar histórico.
Notas
[7] TELLO R. Fundamentos de una nueva evangelización. Buenos Aires: Patria Grande-Ágape, 2015, 42ss.
[8] Cf. ALBADO, O.M. El pueblo está en la cultura. Buenos Aires: Ágape, 2017, 183-206.
[9] FRANCISCO, Papa. Viaje Apostólico del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay (5-13 de julio de 2015): II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares. Santa Cruz de La Sierra, 9 de julio de 2015.
[10] FRANCISCO, Papa. Encuentro con el Comité del CELAM. Río, 2013.
[11] DOCUMENTO DE SAN MIGUEL VI 4.