Deutsch: Weisheit der Völker – Theologie des Volkes
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Margot Bremer – « ¿Inventar o descubrir el Orden de nuestro Mundo? Lectura de un texto bíblico desde una cosmovisión indígena »
Vive en ella Yahvé el justo, que no comete injusticia;
cada mañana dicta sentencia, no falla al amanecer
(pero el inicuo no conoce la vergüenza)
Sof 3,5
Esas palabras del profeta Sofonías me animan en la resistencia contra el Nuevo Orden Mundial,una conspiración planetaria, organizada por una élite empresarial junto con un grupo de líderes políticos, los que planifican la creación de un único gobierno, controlado por dicha minoría plutocrática, causando empobrecimiento, guerra, desplazamiento forzoso, hambre, enfermedades y muerte en un gran número de nuestra población mundial.
Otros dan un sentido más positiva al Nuevo Orden del Mundo interpretándolo como un nuevo período de la historia con cambios drásticos en ideologías y poderes. Por primera vez se usó este término después de la Primera Guerra Mundial, cuando el presidente Woodrow Wilson de Estados Unidos fundó la Sociedad de las Naciones, lo que iba a ser la futura Organización de las Naciones Unidas (ONU). Pero con los conflictos de los Estados Unidos en Irak y Kuwait 1991 esa propuesta se apagó.
Cada día estamos evidenciando más que el actual orden de nuestro mundo impuesto es un error y no tendrá futuro, a pesar de su aparente estabilidad en el poder. Un síntoma de su decadencia es la creciente desigualdad a nivel económico y racial, que va mano a mano con el aumento de la violencia, la injusticia, el saqueo, la depredación de la Tierra y la criminalización de los pobres que reclaman sus derechos fundamentales. Esta situación de amenazante de explosión queda bien sintetizada con las palabras del profeta Isaías: “¡Ay! los que decretan decretos inicuos, y los escribientes que escriben vejaciones, excluyendo del juicio a los débiles, atropellando el derecho de los míseros de mi pueblo, haciendo de las viudas su botín, y despojando a los huérfanos” (Is 10,1-2).
En efecto, en América Latina se vive esta realidad en forma de re-colonización, pues los patrones occidentales del capitalismo neoliberal están imponiendo a nuestras culturas una relación globalizada y mercantil, copiando modelos de acumulación y consumo que desintegran a las milenarias culturas indígenas que están sufriendo el robo de su historia, de sus tierras, de su soberanía, de su religión, de su derecho a ser distintos. América Latina está padeciendo hoy ese nuevo orden como “proyecto de la nueva geopolítica mundial”.1
Si insertamos esta situación en el marco de un cambio de época, podemos interpretar este momento sumamente crítico como transición de una época en despedida hacia otra de venida, lo que lleva consigo necesariamente confusión e inseguridad. La historia nos enseña que en estos momentos conviene volver a las raíces de nuestra existencia. Me refiero a las raíces profundas y últimas que hacen osmosis con la tierra. De hecho, los cristianos encuentran dichas raíces en la Biblia, como cuando el pueblo de Israel sufrió una de las situaciones más nefastas de su historia con la conquista y dominación de los babilonios – y la deportación de la parte influyente de su población – fue el momento en que el pueblo de Israel llegó a las últimas raíces de su existencia, buscando en la creación del mundo un nuevo manantial para saciar su sed de reconstruir la vida de la comunidad.2
Llegar a la creación como origen y fuente de toda vida es buscar los principios elementales de la vida que rigen este mundo para reformular el propio proyecto. Aquellos exiliados buscaron en la creación una orientación para elaborar un nuevo futuro. Esperaron encontrar en el orden del mundo soñado por el Creador una inspiración para reconstruir su proyecto de vida adaptado y actualizado a las nuevas circunstancias.
Hoy estamos cuestionando si la interpretación de la Biblia en nuestra visión europea será la única verdadera. ¿Hemos olvidado que somos hijos e hijas de una cultura y de una época concreta? ¿No nos debe interpelar a interpretar en nuestro momento histórico los textos antiguos de nuevo y además en la cosmovisión con la que vivimos hic et nunc? También los textos bíblicos fueron escritos en diferentes momentos y lugares históricos y siempre en el “paradigma de una época”.3
Mi intención aquí es interpretar el mito de la Creación relatado en el Génesis 1.1-2.4 desde la cosmovisión de una de las culturas más periféricas de América Latina, la cultura guaraní del Paraguay, con la esperanza de encontrar un nuevo sentido que ayude a comprender mejor la situación actual.
1. La cosmovisión indígena es otra que la europea
Mientras que nosotros, los de cultura occidental, solemos anclar nuestros sueños y nuestras utopías de una sociedad en personas ejemplares como héroes, modelos de vida, fundadores, etc., los pueblos indígenas buscan en la memorización de la creación, plasmada simbólicamente en sus mitos, renovar su vida comunitaria, recordando el orden en el cosmos con el cual quieren entrar de nuevo en sintonía. Ellos no se reconocen como centro del mundo sino como parte del mismo. Su cosmovisión holística abarca toda clase de vida en su inmensa complejidad, interrelacionada, no fragmentada y tendiendo hacia una convergencia cósmica. Consecuentemente tienen otra relación, más familiar, con la naturaleza. Consideran a las plantas y los animales sus parientes.
Los guaraní dicen que el primer acto de creación fue la formación de “una pequeña porción del amor, de la sabiduría y del canto sagrado” del mismo Creador definiéndolo como su Palabra.4 En esta visión todas las pequeñas porciones están interrelacionadas y el conjunto constituye, según ellos, la Vida, una vida en interdependencia mutua entre las distintas partes que se complementan en su diversidad. De hecho esto ya lo había intuido Hildegard von Bingen en el siglo XII5, pero este conocimiento cayó al olvido en Europa por no corresponder al paradigma de su época.
Para los guaraní, su cultura es un don de Dios Ñamandú, Ñanderu, Ñanderuvusu (Nuestro Gran Padre), que deben mantener y cultivar siempre en su modo de (con) vivir (tekoha) porque ella indica en la vida cotidiana el orden inherente al mundo, al que quieren seguir. En sus mitos de creación ese orden está presentado con el símbolo de una cruz de cuatro extremidades iguales, el cual expresa el equilibrio en armonía. El creador lo ha plantado en la tierra en el mismo momento de hacerla, simbolizando la presencia interior del orden en el planeta. Por esa razón, los guaraníes quieren seguir viviendo y practicando sus valores culturales convencidos de ayudar de ese modo a sostener el orden del mundo. Viven en una permanente búsqueda de volver al equilibrio y armonía en su convivencia comunitaria -que incluye siempre a la naturaleza- especialmente mediante la práctica cotidiana de la reciprocidad, generosidad y solidaridad. A través de la vivencia de dichos valores y otros más, ellos quieren renovar y consolidar las relaciones, siempre respetando y apreciando la diversidad enriquecedora. Así, los guaraní están convencidos de que con sus prácticas y valores ayudan a prevenir la destrucción del orden mundial que está siempre en el horizonte como amenaza.
Notas
1 Leonardo Boff, “El intento de recolonizar Brasil” en La columna semanal de Leonardo Boff en www.servicioskoinonia.org, no 865, 11 de diciembre de 2017. Disponible en: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=865
2 Existía ya un mito de creación campesino anteriormente (Gn 2.4b-3.25), pero necesitaron reformular la nueva experiencia en nuevos versos.
3 Thomas Kuhn, citado por Agenor BRIGHENTI. Teología y pluralismo religioso. Cuestiones metodológicas, en: José María VIGIL (org.), Por los muchos caminos de Dios V, Hacia una teología planetaria, Quito: Abya Yala- ASETT, 2010, p. 59
4 Cf. León CADOGAN. Ayvu Rapytá, Textos míticos de los mby´a guaraní del Guairá. Paraguay: Bartomeu Meliá, 1997, p. 35.
5 Hildegard von Bingen se acercaba ya a esta visión indígena al decir: “Cada creatura está interrelacionada con otra y cada ser viviente es sostenido por otro”. Cf. KodexDie Schöpfung (tablita 10, Visión II, 1).