« In Memoriam Virgilio Elizondo (1935-2016), el teólogo de la amistad »
por: Carlos Mendoza-Álvarez
Ciudad de México (MEX)
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A propósito de la sensible muerte del Dr. Virgilio Elizondo, quisiera recordar que en 2002, una nueva generación de teólogas y teólogos fuimos convocados por la Universidad de Notre Dame para participar en un coloquio privado con Gustavo Gutiérrez y Virgilio Elizondo sobre los desafíos para la teología de la liberación al inicio del tercer milenio del cristianismo.
Este momento tan memorable se realizó al día siguiente del congreso The option for the poor in Christian Theology, con trabajos publicados en 2007 bajo el mismo título. Dicho encuentro reunió a más de cuatrocientas personas de diversas confesiones religiosas, movimientos sociales, migrantes, líderes políticos y artistas, para entablar un diálogo con algunos de los fundadores de la teología de la liberación en torno a los retos de la sociedad global donde campea la discriminación, la inequidad, el racismo y la injusticia.
Virgilio nos recibió en la sede del Instituto de Estudios Latinos con un cálido abrazo y con su contagiosa sonrisa franca, hablando splanglish como buen mexicoamericano. Nos contaba anécdotas de sus años de estudiante en París, bromeando con su tutor Jacques Audinet, allí presente, quien seguía de cerca la recién consolidada teología hispana de los Estados Unidos, iniciada de manera simbólica con la publicación del libro de Virgilio, El futuro es mestizo: vivir donde se juntan las culturas (San Antonio: Macc, 2000). Entre una y otra conferencia Virgilio siempre salía a dialogar con los asistentes, en particular con las y los jóvenes estudiantes, para preguntarles con curiosidad de niño de dónde venían, qué investigaban y cuáles eran las intuiciones que movían su corazón.
Una década atrás él había aceptado la invitación que en 1991 le hiciéramos Pablo Romo y yo para ofrecer la conferencia inaugural en la presentación de la Revista Anámnesis de los dominicos de México, en la Parroquia Universitaria, junto a la UNAM. Desde entonces hasta el momento del encuentro en Notre Dame, Virgilio nos motivaba a buscar siempre nuevos lenguajes para la teología: en la academia pero sobre todo una teología surgida del diálogo con los movimientos sociales, con la gente sencilla y, de manera insistente, un pensamiento teológico que se atreviera a estar presente en los medios de comunicación, donde él había incursionado desde que fue capellán de la Catedral de San Fernando en San Antonio, Texas.
La pasión de Virgilio por la teología de la liberación -con el acento mestizo y migrante propio de las comunidades latinas e hispanas en los Estados Unidos- se había visto reflejada en su colaboración creativa con la Revista Concilium. Fue coeditor de dos números memorables: “Teología del Tercer Mundo: convergencia y diferencia” (1988) y “1492-1992, La voz de las víctimas” (1990). En ambos números, pensados junto con sus colegas latinoamericanos como Leonardo Boff y Jon Sobrino, abrió el sendero para una teología plural, incluyente y compasiva, cercana a las víctimas de hoy.
Aquel coloquio privado con la “nueva generación” fue un momento de gracia porque recibimos la encomienda, de parte de Gustavo Gutiérrez y de Virgilio Elizondo, de proseguir los caminos de la reflexión teológica encarnada en las realidades sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas de nuestros pueblos en un nuevo contexto epocal. Nos entregaron como símbolo de este cambio generacional la escultura de arte popular de un Crucificado, realizada por el artista peruano Edilberto Mérida, de Cusco, Perú. Desde entonces muchos de nosotros la tenemos junto a nuestra mesa de trabajo para recordarnos la teología que estamos llamados a realizar a fin de acompañar a los pobres de la tierra y a los excluidos de todos los tiempos.
Éramos un grupo de no más de veinte jóvenes investigadores en antropología, sociología, filosofía y teología de los cinco continentes. Cada uno llevaba en su corazón una historia de exclusión que le había hecho reconocer en la teología de la liberación de la primera generación aquella frescura evangélica que “hacía arder nuestro corazón”, como una nueva página de la historia de las y los discípulos de Emaús. El tema crucial de aquél diálogo radicó en problematizar con nuevas experiencias e instrumentos de análisis los diversos rostros de exclusión de quienes son los privilegiados de la Sabiduría divina encarnada en Jesús, el Galileo. Deseábamos pensar críticamente la urgente necesidad de actualizar las implicaciones de la opción de Jesús de Nazaret por los pobres y excluidos de todos los tiempos. Nos tocaría a nosotros seguir escuchando ese clamor y aquella experiencia de Dios que surge desde las márgenes de la historia de violencia y exclusión en la vida de las mujeres sometidas a sistemas de patriarcado. Una teología hecha por la comunidad LBGTTI discriminada y señalada como chivo expiatorio en sociedades e iglesias homofóbicas. Una teología nacida de las comunidades migrantes en todas las latitudes del planeta, cuyo clamor por el reconocimiento de su dignidad humana y sus derechos sigue poniendo en jaque al modelo de estado nación que genera cada vez más estados de excepción y, por desgracia, la implantación del necropodercomo nueva forma de estado.
Gustavo y Virgilio tuvieron en aquel encuentro una intuición profética similar a aquella que Elías vivió con su discípulo Eliseo: la del viejo que entrega al joven el manto como señal del nuevo envío
Casi quince años después de aquel memorable momento la cosecha es abundante en una nueva generación de teólogas y teólogos de la liberación en todas las latitudes del planeta que, como retoños de olivo y de ceiba, con nuevas experiencias, narrativas y métodos, busca proseguir el camino por el sendero abierto por nuestros abuelos y abuelas en la fe.
Hoy que recibimos la dolorosa noticia de la pascua de Virgilio Elizondo, sometido al mimético linchamiento mediático, social y eclesiástico, es preciso hacer memoria dichosa de su vida, de su pensamiento y de su legado como hombre pleno, creyente y audaz.
Quienes sobrevivimos a su ausencia seguiremos recorriendo en su compañía los caminos de Galilea, con paso firme y mirada esperanzada en el horizonte de aquel lago donde la barca sigue el rumbo trazado por Jesús de Nazaret. Recuerdo con vivezaunaentrañable celebración de acción de gracias que realizamos surcando el lago de Galilea, en primavera de 2013, un grupo de colegas junto con Virgilio. Aquella presencia vivificante de Jesús el Galileo, crucificado y resucitado, anima hoy el corazón de quienes buscamos signos de esperanza en medio de esta sociedad global violenta.
El banquete y la fiesta que tanto celebró, narró y pensó el teólogo de la amistad, Virgilio Elizondo, sean para nosotros su mejor legado para seguir labrando la tierra mestiza de la justicia, la equidad y el gozo de vivir en el regazo de Guadalupe como madre de la nueva creación.
Autor
Carlos Mendoza-Àlvarez es doctor en Teología con habilitación en teología fundamental por la Universidad de Friburgo, Suiza, miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México Nivel II, académico del Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, donde es Coordinador de la Línea de investigación “Teología, hermenéutica y praxis” en el Departamento de Ciencias Religiosas y Director de la División de Humanidades y Comunicación. Profesor visitante en las universidades de Friburgo de Suiza, Fordham en Nueva York, Universidad Católica de Pernambuco y Pontificia Universidad Católica de Paraná en Brasil. Miembro del Comité editorial de la Revista Concilium. Autor y coordinador de veintidós libros, entre los que destacan de su autoría personal una trilogía sobre la idea de revelación en contexto moderno tardío: Deus Liberans, la revelación cristiana en diálogo con la modernidad (Friburgo: Éditions Universitaires, 1996); Deus absconditus. Désir, mémoire et imagination eschatologique. Essai de théologie fondamentale postmoderne (París: Cerf, 2011), traducido al español y al portugués brasileño; Deus ineffabilis. Una teología posmoderna de la revelación del fin de los tiempos Barcelona: Herder, 2015), traducido al portugués brasileño.