Tanto el breve recorrido histórico como los hechos recientes muestran que la Iglesia aún ostenta el lugar de reserva doctrinal y moral de un país que, según la misma Iglesia, sigue siendo católico, aunque estudios recientes del campo de sociología de la religión muestran un creciente retroceso del catolicismo en Argentina. Sin embargo, sigue existiendo un contrapunto entre la Iglesia y su relación con el tema de la seguridad. La CEA parece haber aprendido de su propia traumática experiencia a la hora de posicionarse frente a un Gobierno y a un tema tan sensible en Argentina como es el uso de la fuerza por parte de la policía y el sector militar. Por esta razón, la Iglesia ha ampliado su visión acerca de la seguridad. Se trata de cuidar al ser humano en todas sus dimensiones y de prevenir aquello que atente contra su dignidad. Para ello, la Iglesia trata de fomentar la inclusión de los sectores más vulnerables de la sociedad. Los dos ejemplos mencionados apuntan en esta dirección. En este sentido, seguridad humana y seguridad nacional no entran en contradicción. 

La Iglesia argentina ha aprendido también que una defensa de los derechos humanos es imprescindible para cuidar de la seguridad de un país y reducir las posibilidades de conflicto. Es por eso que la CEA no ha tenido dificultades en reclamarle al Presidente de la Nación que promueva la paz, fomente el diálogo y que preste atención al uso de las fuerzas de seguridad. Cuarenta años antes hubiese sido impensado que la CEA se atreva a señalarle al Presidente tal cosa. Esto evidencia un cambio, si bien paulatino, de la concepción que tiene la jerarquía católica en relación a la seguridad, dentro de un marco más amplio que tiene que ver con importancia que la Iglesia en Argentina le asigna a la cuestión social. 

No obstante esto, aún quedan algunos temas complejos que merecen una discusión más a fondo por parte de los obispos argentinos y que están estrechamente vinculados con la relación entre la Iglesia y las Fuerzas Armadas, como son: la existencia de un obispado castrense con su clero propio y la praxis pastoral entre los soldados, como así también la pastoral dentro de la policía. Investigaciones al respecto muestran que estos temas están todavía muy lejos de ser claros, incluso dentro de la misma Conferencia Episcopal Argentina.^[1]