4. El reencuentro con el sentido de la fe del pueblo

En esta recepción conciliar, el sensus fidei —esa experiencia primaria de la realidad de Dios que se da en el acto de fe— acontece siempre como sensus populi —en el con-sensus fidei—, es decir, en la experiencia comunitaria de la fe (LG 12). Así, la Iglesia va construyendo la comunión en la medida en que se va constituyendo en Pueblo de Dios. Por ello, el Pueblo de Dios viene a ser «la forma primaria de la comunión cristiana».[17]

En el mundo de vida popular latinoamericano el sujeto es parte del pueblo porque es pueblo. La vinculación que existe entre las nociones de pobre y pueblo se ubica en el orden de la antropología religiosa y sociocultural. El pobre siempre se define a sí mismo en relación con el otro, desde un vínculo convivial que le lleva a «la conciencia de necesitar de otros».[18] No es la necesidad interesada de quien se acerca al otro para pedir y recibir algo a cambio, sino una necesidad intrínseca de ser con el otro y, por tanto, de no poder ser solo, desde sí y para sí. Pero para comprender esto hay que 

«considerar a los pobres no tanto como el mero objeto de una liberación o una educación, sino como individuos capaces de pensar con sus categorías, capaces de vivir legítimamente la fe a su manera, capaces de crear caminos a partir de su cultura popular (…). Es simplemente una cultura diferente, diferente a la de la clase media».[19]

Este vivirse en-y-desde una episteme convivial posibilita lo que llamamos el sentido de la fe del pueblo o sensus populi, que no es lo mismo que hablar del sensus fidelium porque mientras «el sujeto del sensus fidelium podría ser simplemente la suma de individuos que creen las mismas verdades; el sensus populi tiene un sujeto comunitario, el Pueblo, que a partir de su común experiencia cristiana se expresa produciendo una cultura propia y peculiar que brinda a otros un acceso a esa misma experiencia: el Pueblo evangeliza al Pueblo».[20] Esto deriva en una soteriología relacional y sociocultural.

Este modelo que Francisco adopta hace uso del análisis histórico-cultural, distanciándose de las categorías marxistas de «clase» y «explotación», las cuales se sustituyen por otras como «cultura» y «opresión», entendiendo que la política es un producto de la cultura, y no al revés.[21] Mientras que para el marxismo la explotación generada por las relaciones de producción es la causa de la crisis estructural, para Francisco la causa radica en los modelos socioculturales vigentes porque sobre ellos es que se construyen las estructuras sociopolíticas, económicas y religiosas.

Francisco forja una visión popular, pero no populista. En primer lugar, «el término pueblo se distingue de la palabra masa, porque presupone un sujeto colectivo capaz de generar sus propios procesos históricos».[22] O como lo describe O’Farrell, el pueblo «representa una entidad concreta o, más bien, un sujeto histórico y colectivo o político, capaz de asumir el bien de todos como un valor común y duradero».[23] En fin, el pueblo se constituye a partir de una cultura común unida por una misma historia con un proyecto de vida colectivo.

En segundo lugar, Francisco entiende que la pobreza es la consecuencia de sistemas que condicionan el destino de los sujetos. Sistemas, tanto de derecha como de izquierda, que producen pueblos enteros sin posibilidad de tener posibilidades. Los Obispos en Aparecida habían dicho que, en la época global, «ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social» (APARECIDA 65). Lo mismo dirá la Evangelii Gaudium: «con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”» (EG 53). Esto plantea la urgencia de «la inclusión social de los pobres y, luego, de la paz y el diálogo social» (EG 185), lo cual se traduce en «defender, según el mandato evangélico, los derechos de los pobres y oprimidos» (MEDELLÍN, Introducción, 2,22).

Aquí, la inclusión social como eje axiológico para el discernimiento sociopolítico y pastoral supone la superación de la lucha antagónica de clases. Esto significa evitar cualquier proceso de ideologización  en la lucha contra la pobreza.[24] Si esto no acontece, las ideologías ganarán terreno y «estas terminan mal, no sirven, las ideologías tienen una relación incompleta, enferma o mala con el pueblo porque no asumen al pueblo».[25]

Tercero, Francisco también define al pueblo como el «pueblo fiel de Dios» (EG 125; LG 62), que es aquel que «ha sabido expresar la fe con su propio lenguaje, manifestar sus más hondos sentimientos de dolor, duda, gozo, fracaso, agradecimiento con diversas formas de piedad: procesiones, velas, flores, cantos».[26] Quedan así unidas las luchas y los anhelos sociales del pueblo, con la experiencia religiosa que se convierte en su cauce cotidiano. Aquí, el lugar sociocultural de los pueblos adquiere un estatuto teologal (EG 126) cuya consecuencia pastoral radica en entender que «de la misma forma que escuchamos a nuestro Padre es como escuchamos al Pueblo fiel de Dios. Si no lo hacemos con los mismos oídos, con la misma capacidad de escuchar, con el mismo corazón, algo se quebró».[27]

Aquí está el elemento nuclear que define a la conversión pastoral permanente como eje estructurador de la teología sociocultural de Francisco: reconocer que el clamor de Dios se revela en el alma de los pueblos, en su conciencia o «hermenéutica».[28] Este es el acento particular de esta recepción conciliar que impulsa a una Iglesia en salida que se debe al pueblo y encuentra en él la realización de su identidad y misión.Podemos concluir haciendo notar que en el magisterio de Francisco se nota la influencia del jesuita Henri De Lubac, para quien «el catolicismo es esencialmente social. Social, en el más profundo sentido del término: no solamente en sus aplicaciones en el dominio de las instituciones naturales, sino en sí mismo, en su centro más misterioso, en la esencia de su dogmática».[29] Por tanto, dirá Francisco, que si «ser Iglesia es ser Pueblo de Dios» (EG 114), entonces no nos salvamos solos, sino en relación, en la socialidad que somos y convivimos como pueblo. Esta visión quedará expresada, con toda claridad, en la Evangelii Gaudium: «Dios ha elegido convocarlos como Pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas. Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que supone la vida en una comunidad humana» (EG 113).


[17] MADRIGAL, S. Unas lecciones sobre el Vaticano II y su legado. Madrid: San Pablo, 2012, p. 234.

[18] GERA, L. Pueblo, religión del pueblo e Iglesia. Ponencia presentada en la semana organizada por el CELAM sobre Religiosidad popular en América Latina, 26 agosto de 1976, Bogotá. p. 730-731.

[19] RODARI, P. Conversaciones con Víctor Manuel Fernández. Iglesia Viva, n. 259, Jul.-Sept. 2014, p. 65.

[20] FERNÁNDEZ, V. M. El sensus populi: la legitimidad de una teología desde el pueblo. Teología, n. 72, 1998, p. 162.

[21] FRESIA, I. A. Teología del pueblo, de la cultura y de la pastoral popular. Stromata, n. 70, p. 230, 2014. 

[22] RODARI, P. Conversaciones con Víctor Manuel Fernández. Iglesia Viva, n. 259, Jul.-Sept. 2014, p. 65.

[23] O’FARRELL, J. América Latina: ¿cuáles son tus problemas? Buenos Aires: Editora Patria Grande, 1976, p. 17.

[24] Cf. SCANNONE, J. C. La teología argentina del pueblo. Gregorianum, n. 96, 2015, p. 467.

[25] FRANCISCO, Papa. Viaje Apostólico del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay (5-13 de julio de 2015):discurso a los representantes de la sociedad civil en el estadio León Condou del Colegio San José. Asunción, 11 de julio de 2015.

[26] FRANCISCO, Papa, Viaje Apostólico del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay (5-13 de julio de 2015):encuentro con el clero, religiosos, religiosas y seminaristas en el Santuario nacional mariano de El Quinche. Quito, 8 de julio de 2015.

[27] FRANCISCO, Papa. Viaje Apostólico del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay (5-13 de julio de 2015):discurso en el encuentro con los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas en el coliseo del Colegio Don Bosco.Santa Cruz de la Sierra, 9 de julio de 2015.

[28] BERGOGLIO, J.M. Ponerse la patria al hombro. Buenos Aires: Claretiana, 2005, p. 6.

[29] LUBAC, H. De. Catolicismo. Aspectos sociales del dogma. Barcelona: Estela, 1963, p. 13.


Autor

Rafael Luciani es doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, donde también estudió la Licenciatura en Teología Dogmática. Es licenciado en Educación, mención Filosofía, por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) de Caracas, y tiene estudios en Filosofía por la Universidad Pontificia Salesiana de Roma. Realizó actividades post-doctorales en la Julius Maximilians Universität de la ciudad de Würzburg. Ha sido Director de los Estudios de Teología de la UCAB (Caracas). Es Profesor Titular de la UCAB y Profesor Extraordinarius en la Facultad Eclesiástica de la Escuela de Teología y Ministerio del Boston College. Actualmente sirve como miembro del Equipo Teológico Pastoral del CELAM.

Dirección: 24 Wade St. Unit 1. Brighton, MA 02135. USA.

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