Ernestina López Bac
« “Altar maya” como experiencia teológica e inter-religiosa »
Geraldo de Mori, Michel Andraos, Bernardeth Caero Bustillos
Concilium 2019-4. Christentum und indigene Völker
Concilium 2019-4. Christianities and Indigenous Peoples
Concilium 2019-4. Cristianismos y pueblos indígenas
Concilium 2019-4. Popoli indigeni e cristianesimi
Concilium 2019-4. Les peuples indigènes et le christianisme
Concilium 2019-4. Povos indígenas e cristianismos
1. Introducción
Pido la bendición de Dios y permiso para compartir el testimonio y experiencia de la vida de fe de nuestros pueblos originarios, que se alimenta y se prolonga hasta nuestros días. Queremos compartir la luz y la fuerza de la sabiduría del Dios Creador-Formador[1] a partir de la experiencia-vida ancestral y actual de los pueblos y comunidades indígenas de nuestra región mesoamericana, en la pastoral y en la Teología India.
Somos pueblos con raíces milenarias y comunidades con identidad propia, que vamos por el mundo cargando nuestras riquezas humanas, nuestra fe, don de Dios y herencia de nuestros antepasados. De ese modo nuestras culturas son portadoras de las semillas del Verbo, que Dios también sembró en el corazón de nuestros pueblos y en el vientre sagrado de nuestra madre tierra. En el devenir de la vida, en relación con los múltiples pueblos, ofrecemos como flores esta sabiduría invitando a realizar el trabajo de Dios en el cuidado de la madre tierra, como un ambiente de vida para todas y todos. De esa manera, somos pueblos artífices y constructores de nuestro propio destino en comunión con los demás pueblos del mundo.
2. Experiencias teológicas ecuménicas y prácticas
Un aspecto importante de nuestros pueblos amerindios es la visión integradora de la vida: cielo-tierra, oriente-poniente, arriba-abajo. No existe vida sin muerte y viceversa, ya que ambas caminan juntas, una muy cerca de la otra. La agricultura nos enseña, que la semilla depositada en la fecunda madre tierra despunta para dar vida. Nuestras naciones originarias son testimonio viviente de la pascua[2]. Así lo cuentan las abuelas y abuelos Kichés: “De inmediato ascendieron al cielo: uno fue el sol, y el otro fue la luna. Entonces se iluminó la bóveda del cielo, la faz de la tierra, en el cielo se establecieron. Luego subieron los cuatrocientos muchachos muertos por Sipakna. En sus compañeros se convirtieron; en estrellas del cielo se volvieron”[3].
Al despuntar la aurora, para iniciar la obra cotidiana en paz y en armonía, nuestros pueblos expresan su agradecimiento a Dios madre/padre y le piden permiso, como también a los diversos espacios que brinda la madre naturaleza y a los seres humanos, para poder entrar en su corazón. De esta manera fueron dejando los pueblos una huella de su visión sagrada, global e integral sobre la vida, el trabajo, el ritmo de los astros, el tiempo, los movimientos de la tierra y los espacios de la naturaleza, para colaborar en el mantenimiento del equilibrio y la armonía con las demás creaturas del universo.
Es oportuno preguntarse: ¿dónde consta o dónde se fundamenta esta experiencia? Los pueblos mayas lo hacen a partir de la lectura y la vivencia del significado de cada día en el sistema calendárico sagrado o ritual de 260 días, llamado Tzolkin(en maya yucateco) y Chol Q’ij (maya k’iché), el cual se rige por el ritmo y el movimiento de la luna. “Cada día en el sagrado calendario maya tiene un sentido y un significado. Nos dice sobre la relación entre todas las cosas incluyendo los animales, la tierra, los humanos y todo lo del cosmos”[4].
Nuestros pueblos alimentan y mantienen viva esta experiencia espiritual, teológica y pastoral promoviendo encuentros a nivel local, regional, continental, generacional y lingüísticos. Los pueblos originarios de México, Guatemala, El Salvador y Honduras celebran, según el ritmo del tiempo, ya sea organizando un encuentro anual de pastoral o de Teología India. Por ejemplo el área mayense, en los primeros días del mes de noviembre de 2018 vivenció su 28 encuentro ecuménico de Teología India con el tema: “La espiritualidad de la madre tierra y la vida de nuestros pueblos”.
La organización logística, el tema, los objetivos – los sueños, las personas que comparten su experiencia y conocimiento, el programa y los momentos del encuentro se hacen por acuerdos y consensos entre los miembros de la coordinación general. La mística y la naturaleza de cada encuentro es experimentar a Dios como padre-madre desde el corazón de los pueblos originarios. Fortalecer y recuperar los dones de servicio y el sentido de organización comunitaria. Fortalecer la experiencia de la presencia de Dios creador-formador, liberador-corazón del cielo-corazón de la tierra, corazón de la vida y de la historia. Los pueblos son sujetos y protagonistas en el proceso de evangelización.
En esos encuentros se van recogiendo con fidelidad los esfuerzos y aportes de las bases, de las abuelas y los abuelos, de quienes prestan el servicio de compartir su experiencia y conocimiento y la cosecha de los trabajos – la experiencia teológica, que cada grupo realiza previamente para entretejerla con los aportes de todas y todos. Con toda propiedad decimos que “las Teologías Indias son la palabra que comunica, muestra y da razón del sentido profundo de la experiencia de Dios que tienen y viven las comunidades indígenas de nuestra región y de nuestro continente. Estas teologías normalmente se expresan en mitos, ritos, símbolos y formas indígenas acordes al lenguaje propio de nuestras comunidades indígenas de ayer y de hoy”[5]. La misma dinámica y vivencia la realizamos a nivel regional: en Mesoamérica, en el Caribe, en la zona andina, Cono Sur, Amazonía y en el CLAI (Consejo Latinoamericano de Iglesias).
3. El altar maya, símbolo de la espiritualidad comunitaria y ecocéntrica
El símbolo más expresivo y original, que nace de la experiencia comunitaria y la experiencia de Dios como familia, es el altar maya, cuyo nombre original lo encontramos desde épocas antiguas: “las cuatro esquinas, los cuatro lados”[6]. Es de ahí que lo llamamos también “los cuatro caminos” o “los cuatro rumbos del universo”. Se puede decir que desde antiguo el altar maya propiamente no es un altar donde solamente se quema incienso, sino es representación o testimonio de la presencia de la divinidad, presencia de Dios “en toda la extensión del mundo, no sólo en el centro del cielo, ni sólo en el centro de la tierra, sino en las esquinas y los lados del universo”[7]. El altar maya implica un trabajo en relación de equidad y justicia, lo que evita llevar una vida dicotómica: ser de una manera en la expresión religiosa y de otra en el trato con los demás seres humanos y con la naturaleza.
En esta parte compartimos algunas expresiones simbólicas concretas más comunes y significativas, que se han difundido y revitalizado en la espiritualidad de nuestros pueblos. Intuición que ya motivaba y animaba su camino de fe mucho antes de la “primera evangelización”.
Los pueblos mayas de Centroamérica y México resguardan y ofrecen un regalo, que es la sabiduría de cuidarse mutuamente y de cuidar a nuestra madre tierra y a todo lo que ella nos regala. Desde esta perspectiva de los pueblos indígenas, Dios ha dado a cada ser de la creación una hermana, un hermano, para protegerlo y cuidarlo. Esto implica no solo al ser humano, sino a cada ser de la naturaleza, por más grande o más pequeño que sea: animal, planta, flor, montaña, río, piedra y más.
Mercedes de la Garza describe de la siguiente manera la historia u origen del altar maya: “El universo fue concebido por los mayas como escenario y manifestación de las fuerzas divinas, como un conjunto plural de […] –manifestaciones de lo sagrado–[…] (cielo, tierra e inframundo) […] estaban poblados de múltiples expresiones visibles y sensibles de lo divino; o sea que lo sagrado se revelaba ante los hombres [humanos] en muchos de los seres [creados …] como el agua, la tierra, el viento y el fuego, […] las grandes montañas, algunos árboles […] vegetales (como el maíz), algunos animales (como el quetzal, el jaguar y la serpiente). […]. Tanto el cielo, como la tierra y el inframundo están divididos en cuatro sectores […]. Cada sector [de la tierra] tiene un color: negro para el oeste, blanco para el norte, amarillo para el sur y rojo para el este […]. En el centro se yergue la «gran madre ceiba» o ceiba verde, cuyas raíces penetran al inframundo y cuya fronda se interna en los cielos, constituyéndose en el lazo de unión”[8].
4. Invitación a orar desde el corazón de los pueblos originarios de Abya Yala en el altar maya
4.1 Retejer los caminos de la vida y de la historia
Cada encuentro nos ubica en la dirección de Dios y en los caminos de los diversos pueblos. En esos caminos reconocemos que todo tiene un origen y una continuidad. Caminamos juntos para tener la capacidad de unir, de “remendar o retejer” la vida de quienes están heridos en su corazón, su historia, su identidad y proyecto de vida.
En el altar cósmico, lo más importante es el sentido que se le da a cada color, es decir a cada camino, que uno emprenda. Los caminos nos pueden llevar a la muerte o a la vida. La cruz maya de los cuatro colores es un cruce de caminos. Nos recuerda que tenemos la responsabilidad de decidir en la vida qué camino seguir. Debemos permitir que el camino nos hable. Lo importante en la vida es conocer a dónde nos lleva cada camino y no caminar con los ojos cerrados[9].
4.2 El camino del oriente
Este camino tiene el color rojo, que es el símbolo del oriente, el lugar de Dios en nuestra vida. El oriente es donde nace el sol, hacia donde continuamente peregrina el pueblo en busca de la revelación. La orientación de la vida consiste en caminar continuamente hacia el rojo del amanecer. En el oriente se nos revela el misterio de Dios en la historia[10].
La comunidad responde: te damos gracias Dios madre/padre, te pedimos ¡Qué amanezca en nuestras vidas! Gracias por esta nueva oportunidad de vida que nos regalas. Que tengamos claridad en nuestros caminos. Acto seguido se enciende la vela roja.
4.3 El camino del poniente
Este camino tiene el color negro, que simboliza el ocaso de Dios o la experiencia de la noche oscura. El poniente es donde muere el sol, el descanso de Dios, y la unión fecunda con la madre tierra. El camino negro lleva a la derrota o a la muerte. Dios muere para darnos vida. El camino negro, no nos prohíbe entrar en él. Únicamente nos indica que debemos reconocer que es negro, es decir, que es peligroso, porque si no lo reconocemos, nos vencería el mal.
La comunidad responde: Dios de nuestros padres, Dios de nuestras abuelas y abuelos, gracias. Que no los olvidemos, que no olvidemos su sabiduría. Que ellos nos muestren el camino del servicio. Que seamos sembradores de vida. A continuación se enciende la vela negra.
4.4 El camino del norte
Este camino tiene el color blanco, que representa la vida y la sabiduría de nuestros antepasados. Este color simboliza los huesos de los muertos y los antepasados; es la pureza, el aire como soplo de vida. Es el aliento de Dios madre/padre. En el norte está Tulán, el origen de los pueblos mayas. Este camino es saber dar razón de nuestro pasado, asumir y acariciar nuestras raíces.
La comunidad responde: Dios madre/padre, tú nos creaste, nos formaste y nos regalaste dones para servir a nuestras comunidades. Regálanos la verdadera sabiduría, donde floreció la vida de nuestros pueblos. Se prosigue prendiendo la vela blanca.
4.5 El camino del sur
Este camino tiene el color amarillo o el de las flores. Es el lugar de los cantos, de los sueños, de las utopías y de las esperanzas. El color amarillo es símbolo de la fecundidad, de la madurez de las flores y de la mujer; es el nacimiento de la primavera, de la fecundidad de la tierra; el lugar de las niñas, de los niños y de la juventud.
La comunidad responde: fuimos engendrados gracias a ti, Dios madre/padre. Tú nos creaste, nos formaste del sagrado maíz blanco y maíz amarillo. Tú te sembraste en nuestros pueblos. Que nuestras culturas sean siempre alimento.Seguidamente se enciende la vela amarilla.
4.6 El centro, lugar del corazón del cielo-corazón de la tierra
El centro está compuesto por el color azul que representa el corazón del cielo y el color verde que representa el corazón de la tierra.
El centro es el ombligo del universo, el lugar donde se articulan y se unen Dios y la humanidad. El cielo y la tierra son el lugar donde Dios se hace presente y se hace ser humano; es el lugar donde los seres humanos nos hacemos uno con el cosmos, donde nuestro corazón y nuestro ser participan de lo divino. El centro es el lugar de la trascendencia y en donde se lleva a cabo la armonía de la diversidad.
La comunidad responde: Dios creador formador, corazón del cielo-corazón de la tierra, aquí estamos. Nuestro corazón anhela estar en armonía con tu corazón, con el corazón de la madre tierra. Venimos a agradecerte por todos los beneficios recibidos.
Los participantes se toman de las manos mientras se enciende la vela azul para el corazón del cielo, que está ubicada en la dirección de la vela roja. Se prosigue encendiendo la vela verde para el corazón de la tierra, ubicada en la dirección de la vela negra.
Nuestros pueblos han intuido esta experiencia comunitaria por la acción del Espíritu, que se anticipó a la acción misionera cristiana en las diversas etapas de su historia. En el altar fortalecemos la comunión, la armonía y el equilibrio. Nos comprometemos con la justicia y con la comunión en armonía con los seres humanos y la creación.
5. Conclusión
El altar maya o cósmico es uno de los varios símbolos de la experiencia espiritual-teológico-pastoral que se ha podido rescatar. Es la expresión de las utopías que los pueblos originarios aguardan. Si bien el contenido teológico del altar maya se mantiene en su esencia y origen, se lo va reformulando de acuerdo con las necesidades de las nuevas generaciones y el compromiso por una vida mejor. “Los altares nos llaman a cuidar la vida: flores, agua, incienso, tierra… todo nos habla de vida. Aun cuando sea un altar de muertos, sin embargo nos habla de vida, todos los signos y ofrendas nos hablan de vida. La espiritualidad, la experiencia teológica y pastoral de los pueblos mayas de la región Mesoamericana nos invita a mejorar el altar de la vida. Hay que conocer para defender con más fuerza la vida”[11].
Notas
[1] En este artículo se encuentran algunos de los diversos nombres de Dios, que desde antiguo expresan nuestros pueblos originarios. Cada uno de ellos indica el grado de fe y confianza que experimentan existencialmente los pueblos en su relación con Dios al recibir auxilio en la vida cotidiana y en el transcurso de su vida. No se trata de varios dioses, sino de varios aspectos y experiencias que se tienen de un mismo Dios.
[2] Atilano Ceballos Loeza, Ofrenda del 7 Encuentro Continental de Teología India, Pujilí, Ecuador, 14 al 18 de octubre de 2013.
[3] Enrique Sam Colop, Popol Wuj, Edición en español, Cholsamaj, Guatemala 2008, 126.
[4] Hermelinda Sapon Pu, maya Kiché, contadora del tiempo. En el Convertidor al Calendario, https://maya.nmai.si.edu/es/calendario/convertidor-de-calendario-maya (12.12.2018).
[5] Extracto de la Memoria del 5 taller del diplomado de Teología India organizado por el Instituto de Estudios e Investigación Intercultural (INESIN), San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México, mayo de 2008.
[6] Ricardo Falla, El Popol Wuj una interpretación para el día de hoy, Avancso, Guatemala 2013, 159. https://cpb-us-w2.wpmucdn.com/u.osu.edu/dist/0/34631/files/2016/06/popol-wuj-ricardo-falla-2013-1kew523.pdf (14.12.2018).
[7] Ricardo Falla, Popol Wuj una interpretación para el día de hoy, Avancso, Guatemala 2013, 159. Aquí juega un papel central la oración de las madres y los padres originarios, que pedían en su súplica por una sociedad ideal en la que ellos soñaban para el momento o la realidad en la que ellos vivían.
[8] Cf. Mercedes de la Garza, Los mayas y su relación con lo sagrado, http://pueblosoriginarios.com/textos/chilam/intro.html (12.12.2018).
[9] Cf. Taller de Espiritualidad Maya, coordinado por Victoriano Castillo González, Guatemala, 2017.
[10] Inspirada en la agenda 2018 “Año de la juventud”. Misión de Guadalupe, pastoral juvenil marista. Recopilado por Gerardo Torres, Comitán, Chiapas, México, 2018.
[11] De la memoria del 22 Encuentro de Teología India Mayense: El Altar: ¡Corazón de nuestro Dios Madre/Padre de nuestros pueblos! Compartido por Atilano Ceballos Loeza. Del 5 al 9 de noviembre de 2012 en el ejido Candelaria, Chiapas – México.
Author
Ernestina López Bac es maya Kaqchikel, originaria de San Martín Jilotepeque, departamento de Chimaltenango – Guatemala. Prestó el servicio de Secretaria de la Comisión Nacional de Pastoral Indígena de la Conferencia Episcopal de Guatemala. Maestra de Segunda Enseñanza en Pedagogía y Psicología. Miembro y Coordinadora de la Articulación Ecuménica Latinoamericana de Pastoral Indígena y Teología India y de la Región Mesoamericana. Miembro de la Asociación Ecuménica de Teólogas y Teólogos del Tercer Mundo (ASETT) desde el 2006. Miembro del Equipo Asesor del CELAM desde el 2006. Desde hace 40 años acompaña a los Pueblos Originarios en sus procesos de Teología India/Pastoral Indígena.
Address: Conferencia Episcopal de Guatemala. Km. 15 Calzada Roosevelt, 4-54 Zona 3 de Mixco. Guatemala. C.A.