Juan Pablo Espinosa Arce
« Para una pedagogía religiosa biófila: La inspiración de Laudato Si’ »
Concilium 2018-5. Ökologie und Theologie der Natur
Concilium 2018-5. Ecology and Theology
Concilium 2018-5. Ecología y teología de la naturaleza
Concilium 2018-5. Écologie et théologie de la nature
Concilium 2018-5. Ecologia e teologia della natura
Concilium 2018-5.
Linda Hogan, João Vila-Chã, Agbonkhianmeghe Orobator
El capítulo VI de Laudato Si’[1] lleva por título “Educación y espiritualidad ecológica”. El objetivo de dicho apartado es mostrar cómo se educa para vivir otro estilo de vida que permita una renovada alianza entre la humanidad y el ambiente a partir de lo que Papa Francisco denomina una “conversión ecológica” (LS 216). Esta alianza que se sustenta en una nueva racionalidad, ya no tecnocéntrica ni egocéntrica, pero de corte ecohumano, debe comunicarse y posicionarse en el quehacer educativo. La educación ambiental, en palabras del Papa, “debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, dese donde una ética ecológica adquiere su sentido más hondo. Por otra parte, hay educadores capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión” (LS 210). Estamos, por tanto, en presencia de una pedagogía profundamente holística, basada en las llamadas habilidades blandas (liderazgo, tolerancia, respeto por la diferencia, etc.) y que supone nuevas formas de acercarse al medioambiente natural y al sustentado en las prácticas intersubjetivas.
1. Laudato Si’ y las pedagogías críticas latinoamericanas
Las orientaciones propuestas en LS para la educación ecológica han sido trabajadas también por las llamadas pedagogías críticas latinoamericanas. Estas teorías educativas están emparentadas con la pedagogía de la liberación de Paulo Freire y por otras formas de reflexión latinoamericana. De hecho, autores como Fabián Cabaluz sostienen que unas de las condiciones sin las cuales es imposible pensar una educación auténticamente humana es replantear el tema ecológico. Por ello éste autor habla de una “pedagogía biófila y eco-pedagogía.”[2] En sus palabras, “para desarrollar proyectos político-pedagógicos coherentes con procesos de transformación radical, las mismas deben ser biófilas, es decir, promotoras, creadoras y comprometidas con la vida de los sujetos y de las comunidades. Las pedagogías biófilas, se oponen a aquellas teorías y prácticas pedagógicas de carácter necrófilo, es decir que generan la muerte en vida.”[3]
Una auténtica pedagogía amante de la vida y promotora de la justicia y la fraternidad es aquella que ha superado el paradigma y al mito del progreso instaurado por la modernidad que ve a la tierra como medio olvidando que es un sujeto vivo, y que como tal se le cometen daños o “pecados ecológicos” (LS 8). Es una educación armónica, con sensibilidad y con apertura a la otredad de la Tierra y de sus procesos naturales. Es una praxis pedagógica que no disocia lo humano de lo natural. Esta conciencia planetaria, de sabernos inmersos en un sistema creado y bendecido por Dios desde su primer momento, debe ubicarse como el sustento de una educación religiosa que promueva lógicas de protección del medioambiente. Esto responde al llamado de Papa Francisco por el establecimiento de una “nueva sensibilidad” (LS 209) que no es otra cosa que un “desafío educativo” (LS 209).
2. Aprender del Maestro de Nazaret y de su respeto por la Creación
Un tal desafío educativo lo entendemos, necesariamente, desde Jesús de Nazaret y desde su conciencia respetuosa de lo creado. Esta viene referenciada por Papa Francisco en LS cuando sostiene que “en los diálogos con sus discípulos, Jesús los invitaba a reconocer la relación paterna que Dios tiene con todas las criaturas y les recordaba con una conmovedora ternura cómo cada una de ellas es importante a sus ojos (…) Jesús vivía en armonía plena con la creación” (LS 96-98).
La mirada del maestro de Nazaret es integral e integradora. No actúa de manera arrogante, sino que trabaja con sus manos y anuncia que Dios es Padre amoroso con los lirios del campo y con las aves del cielo (Cf. Mt 6). Una educación religiosa en este cambio de época en el cual vemos cómo la Casa Común sufre los daños que el mismo ser humano le provoca – y se provoca a sí mismo – debe asumir el mandato divino de hacer crecer, responsablemente, los recursos y la vida en la tierra. Así lo ha recordado el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) cuando en su llamado a renovar la catequesis en el cambio de época sostiene: “la toma de conciencia mundial de que somos los primeros responsables de cuidar los recursos naturales nos ha recordado el mandato divino de proteger lo creado. La catequesis no puede quedarse ajena a esta realidad y debe pasar de los contenidos a las acciones. El cuidado de la tierra, de plantas y animales va unido al cuidado de la salud física, emocional, mental y espiritual de las personas como un conjunto armónico.”[4]
La educación religiosa tiene la gran particularidad de establecer itinerarios pedagógicos de carácter transversal. No es sólo la transmisión de un contenido, sino que debe provocar resonancia en la vida del educando en vistas a la transformación y humanización del medio en el cual éste vive. La comunión universal enseñada por Jesús de Nazaret debe estar a la base de esta respuesta la cual, entre otros aspectos, debe trabajarse como espiritualidad. Ahora bien, dicha espiritualidad debe ser humildemente ofrecida como posibilidad de sentido frente al problema ecológico actual. La educación religiosa posee su espiritualidad propia, pero ella no puede ser impuesta a los niños, jóvenes o familias. Por ende, la educación religiosa y sus propuestas para entender el sentido de lo humano y de lo natural, han de pensarse siempre en perspectiva de diálogo que humanice y valore la dignidad de toda creatura.
3. Educación dialógica en apertura al Misterio y a la Trascendencia
No hay educación sin diálogo. De hecho, el diálogo es la condición de posibilidad de una auténtica praxis pedagógica. LS se presenta como un gran espacio de diálogo. Francisco ha reconocido tradiciones cristianas diversas y también ha recurrido a autores y a pensadores, no sólo del campo teológico, para entender la cuestión ecológica actual. La protección del medioambiente es, por tanto, tarea de todos. Y al ser tarea de todos esta debe posicionarse como una búsqueda dialogante y respetuosa de la diferencia connatural que nos caracteriza. Por ello el educador español José Asensio, al considerar el diálogo como camino de humanización, asume que “sin la tierra abonada que permita su desarrollo (el desarrollo del diálogo), sin el clima social que lo facilite y lo promueva, ese medio de humanización no puede tampoco dar sus frutos.”[5]
La educación religiosa que ama la vida dada por Dios como regalo debe ser como la tierra buena en la cual cae la semilla y da fruto abundante (Cf. Mt 13,8). La educación debe humanizar y permitir que el hombre abra su vida al Misterio y a la trascendencia. La educación ecológica debe apostar por prácticas de felicidad, de bienestar y armonía. Debe reconocer la riqueza multicultural de los pueblos y de las comunidades de manera de rescatar lo mejor de cada una. No es, por tanto, una educación heterogénea y finalizada. Es una experiencia educativa dialogante y dispuesta a la novedad de los otros. Es una educación que aprende también de la Tierra que se define, esencialmente, como diversidad. Es, en definitiva, un diálogo de vida y para la vida. Como sostiene Martínez Gordo, “se da tal forma de diálogo cuando las personas se esfuerzan por vivir en un espíritu de apertura y de buena vecindad, compartiendo sus alegrías y sus penas, sus problemas y preocupaciones humanas.”[6] Este sentido de apertura, de trascendencia y de convivialidad, de justicia y de ética intergeneracional, es decir, de que nos preocupamos también de los que nos sucederán en el tiempo y en nuestro hábitat, permitirá que vayamos superando las lógicas de la depredación de los recursos naturales y de la consecuente violación de la dignidad de los seres humanos, sobre todo de los más pobres. Sólo así estaremos provocando una verdadera conversión ecológica de carácter educativo. Sin esta conversión, sostiene el Papa Francisco, “la educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza” (LS 215).
[1] En adelante LS.
[2] Fabián Cabaluz, Entramando pedagogías críticas latinoamericanas, Quimantú, Santiago de Chile 2015, 134.
[3] Fabián Cabaluz, Entramando pedagogías críticas latinoamericanas, Quimantú, Santiago de Chile 2015, 134.
[4] CELAM, La alegría de iniciar discípulos misioneros en el cambio de época. Nuevas perspectivas para la catequesis en América Latina y El Caribe, Ed. Universidad Finis Terrae, Santiago de Chile 2017, 33-34.
[5] José Asensio, Una educación para el diálogo, Paidós, Barcelona 2004, 64.
[6] Jesús Martínez Gordo, “El dialogo interreligioso y la justicia: algunas reflexiones”, en Cristianisme i Justícia (Ed)., Religiones de la tierra y sacralidad del pobre. Aportación al diálogo interreligioso, Sal Terrae, Santander 1997, 135-166, 138.
Abstract
La ecología integral, tal y como es presentada por Papa Francisco en Laudato Si’ asume una clara perspectiva educativa. En vistas a los desafíos actuales, el objetivo del presente artículo es ofrecer perspectivas en torno a lo que puede entenderse como una pedagogía religiosa biófila, es decir, amante de la vida y promotora de relaciones sustentables entre los seres humanos y entre los seres humanos y la creación. La educación que evangeliza y muestra el rostro del Dios creador permitirá, en última instancia, pensar una nueva racionalidad y lógica más humana y más respetuosa de la diversidad creacional.
Author
Juan Carlos Espinosa Licenciado en Educación y Profesor de Religión y Filosofía por la Universidad Católica del Maule. Licenciado (Magíster) en Teología Fundamental por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Académico en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en la Universidad Alberto Hurtado. Ha impartido cursos de |Antropología Teológica Fundamental, Diálogo Interreligioso y Ética. Es miembro del Centro Teológico Manuel Larraín (UC-UAH). Sus áreas de investigación y producción teológica están referidas a la Teología Fundamental, Teología Latinoamericana y Educación.
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