de Sofía Chiapan Quispe
Sofía Chiapan Quispe
Miembro de la Comunidad de Sabias y Teólogas Indígenas de Abya Yala, y de la articulación de Teología Andina de Perú, Bolivia y Argentina.
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La crianzas mutuas en el cosmos
1. Palabras de conexión
A la tierra volverás,
no la hieras nunca más.
Ella cuida de tu flor,
tu silencio y tu dolor,
tu semilla y tu color, tu memoria y tu mañana.
Raly Barrionuevo
En el tejido de las palabras que comparto, evoco la fuerza caminante de la crianza mutua, un principio andino de relacionalidad recíproca con las diversas comunidades o mundos vitales con las que habitamos, cultivada desde la conciencia de sentirse criada/o, y en reciprocidad asumir su crianza cariñosa. Se trata de una red de cuidados que armonizan la vida, donde la comunidad humana, como nos recuerda la palabra caminante del sabio de Seattle, “no tejió la trama de la vida; él es solo un hilo. Lo que hace con la trama, se lo hace a sí mismo. Todo va enlazado. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra”[1].
[1] Una carta para la historia. Después de todo quizá seamos hermanos; p. 13 (consulta: 15 de diciembre de 2021).
Desde la conciencia recíproca de las interrelaciones, este tiempo denominado de pandemia o de sindemia[2], en gran parte se debe a las acciones humanas, ya que cada ser con sus actos irresponsables y de ambición, genera desequilibrios y desarmonizaciones en la red de la vida, por lo tanto, en los cuerpos, como se expresa en diversos relatos que acompañan a los pueblos ancestrales de Abya Yala[3], en la que se narran cataclismos, hambre, destrucción, pérdida, enfermedad, muerte. Pero también se narran nacimientos de mundos, encuentros, búsquedas, aprendizajes, caminos de armonización y sanación.
[2] Término usado para describir en la que dos o más enfermedades interactúan y que se generalizan en el cuerpo, en la que indicen las condiciones sociales y ambientales.
[3] Palabra del pueblo Kuna de Panamá, que se traduce como tierra en plena madurez, asumida como alternativa al nombre colonial de América Latina.
2. La armonización de la vida, intencionalidad que nos acompaña
Desde el dolor y la incertidumbre que nos acompaña, la fuerza cantada y narrada de las mujeres vinculadas a las sabidurías en los diversos territorios, es una invitación de vínculo con las fuerzas de la vida para despertar a la conciencia de una ancestralidad cósmica, que aviva el poder de las plantas y las semillas, consideradas como abuelas mayores que hacen posible la armonización de los cuerpos, recordándonos la necesidad de la sanación recíproca en la comunidad de la vida.
Aunque el saber de la sanación ancestral tiene una larga herencia de satanizaciones por vincular los cuerpos con las fuerzas vitales, ese saber fue perseguido y sentenciado por la religión patriarcal que vio en esas fuerzas el poder del demonio. De modo que el saber de la medicina ancestral practicada por las mujeres en los diversos territorios fue designado como brujería y hechicería, aunque algunos registros que se conservan en lo que ahora es Europa “mencionan que ayudaban a sanar y a exterminar pestes enteras en las ciudades hacinadas de la Edad Media”[4], pues se trataba de cuerpos con poderes cósmicos y telúricos que conocían las fuentes de la vida y la salud, que fueron perseguidos y quemados en las hogueras de la Inquisición.
Cabe decir que las fuerzas que provocan desequilibrios que proceden de los potentados del mundo de lo uno y su ambición de dueñitud de la vida para lucrar con ella no tiene barreras.
Mientras tanto la vulnerabilidad de millones de seres despojados de su tierra y dignidad crece, no sólo por la pandemia que vivimos, sino por las diversas pandemias localizadas y globalizadas de las desigualdades que se sostienen en el orden biológico que determina las relaciones jerárquicas: de los varones sobre las mujeres, de lo “blanco” sobre los pueblos originarios y afrodescendientes, de los seres humanos/as sobre el cosmos, de lo heteronormativo sobre las diversidades.
Estos tiempos de sanaciones requieren establecer pactos o alianzas por la vida plena y digna, desde la sensibilidad de la conspiración del cosmos que permite evocar palabras, memorias y presencias significativas de la fuerza ancestral, para seguir equilibrando y armonizando las relaciones en el hogar cósmico, planteado por Lorena Cabnal, como un “camino cósmico político”, reflejado en los caminos del Buen Vivir, la Vida Armoniosa, la Vida en Plenitud, la Tierra sin Males, que no encuentra su equivalente en los sistemas hegemónicos, basados en el pensamiento moderno binario que ha separado la relación entre el ser humano a partir del monocultivo mental.
[4] Pabla Pérez, Manual Introductorio a la Ginecología Natural, Bolivia: El cometa ludo, 2015, 39.
Desde la fuerza de las crianzas mutuas del Buen Vivir, este tiempo de pandemia supone una mayor aproximación a la medicina ancestral. Así lo hicieron los/as jóvenes del comando matico[5], del pueblo Shipivo de Pucallpa y Yarinacocha en la amazonia de Perú, que recurrieron al conocimiento ancestral para conectarse con la fuerza vital del matico[6] y ofrecer tratamientos integrales, buscando la sinergia con otras plantas como el eucalipto, el jengibre (kion), el limón, a través de vaporizaciones, masajes, jarabes. Saber qué caminó y se recreó en los diversos territorios de la región andina (Perú, Ecuador, Bolivia), supuso aproximarse al saber del matico, el eucalipto, el jengibre, y otros seres, en una especie de intercambio intercultural de la sanación.
[5] Nombre que se contrapone al comando Covid19, equipo que hace el seguimiento de la pandemia desde el Estado Peruano.
[6] Conocido en otras regiones como: hierba del soldado, achotlín o cordoncillo.
3. Acuerpadas como hijas de la Tierra
Desde la experiencia caminada se siente la fuerza vital de sabidurías y espiritualidades plurales de mujeres, pueblos, comunidades y organizaciones, que buscan sostener la fuerza de la vida ante una serie de dolencias en los diversos cuerpos y las rupturas de los mismos del tejido de la vida. Experiencias que apelan a la memoria larga, para conectar con las energías sanadoras que hacen posible la reciprocidad de la sanación, a partir de diversas alianzas que orientan el respeto de la Madre Tierra en sus tiempos y espacios, pues del vínculo con ella depende la sanidad de todos los cuerpos.
Se trata de sanaciones que transgreden las limitadas nociones de la “salvación del alma”, o la sanación limitada a un sistema de salud que no asume las enfermedades, como cuerpos en desequilibrio, sino como cuerpos objeto fraccionados que deben ser estudiados. Mientras que desde los saberes ancestrales la sanación es holística, y sólo es posible desde el despertar de la conciencia cósmica de que somos parte de los mundos relacionales que se entretejen en una danza de acuerpamientos.
Reconocernos como hijas de la tierra, nos vincula a los diseños del tejido ancestral que habita en todos los cuerpos y nos vincula a la historia cósmica de millones y millones de años, creando fisuras en la ambición del mundo de lo uno y absoluto, de las religiones y los conocimientos “universales”, que imponen un modo único de concebir la vida, de narrar las historias centradas en el antropocentrismo-androcentrismo, sus invasiones y las conquistas del mecanicismo capitalista que se conciben como descubrimientos.
Desde las convocaciones hermanadas, con todas las energías femeninas vitales que fueron negadas por el poder imperante de lo masculino que buscó silenciarlas, nombramos a las madres de las y los vivientes, que, en nuestros cuerpos en conexión, nos dejan sentir sus fuerzas creadoras indomables, sanadoras, resucitadoras, y establecen pactos con la energía vital de nuestros territorios cuerpos que las nombran desde sus fuerzas plurales con tantos nombres diversos:
Sedna, Bisabuela Wakan, Mujer Bisonte Blanco, Mujer del Peyote, Ixchel, Señora de la Falda de Jade, Señora de la Falda de Serpientes, Flor Emplumada, la Estrella que humea, Bauche, Nunguí, Pehuen, Mujer Jaguar de los Andes y la Jaguar Negra del Amazonas, Iemanjá, Aquehua, Sirena del Paraná, Doncella de la Yerba Mate, Llorona, la Luz Mala de los huesos y la Vieja vestida de Novia, Telesita, la Difunta Correa, Pachamama[7].
[7] Analía Bernardo, Agenda de la Mujer 2001, Argentina: Adeuem, 2001, s/p.
La fuerza ancestral que nos convoca, por medio de nuestras circularidades provoca miedo, mucho más cuando nos adentramos a las huellas del misterio ancestral de la vida, por lo que las inquisiciones actuales buscan que abdiquemos de los conjuros de las vidas plenas, para convertirnos al camino establecido de sus mandatos, y alejarnos del sentido común de vincularnos con la Madre Tierra. No obstante, como diría Pabla Pérez, “siempre el latido y el resonar de las tormentas y las fuerzas ocultas de la Naturaleza nos reclaman para retornar hacia ese entrañable y desconocido vestíbulo”[8].
De ese modo se van generando e intencionando sinergias que posibilitan la salud para todas las comunidades de vida, en un territorio vivo, de cuidado, gratitud y reciprocidad, desde la ciencia de la vida que sigue sus propios ciclos, superando el mito capitalista del desarrollo infinito.
[8] Pabla Pérez, Manual Introductorio…, 12.
4. Alianzas con las fuerzas vitales
La palabra compartida ofrece el corazonar que se conecta con el anhelo profundo del fin de un mundo, que resquebrajó las interrelaciones de los cuerpos, y el renacimiento del pluriverso armonizado, a partir de las memorias que nos conectan a nuestras raíces y entretejen espiritualidades relacionales y descolonizadas. Como acertadamente planteara Sylvia Marcos, “las mujeres están recapturando, de manera activa, espiritualidades ancestrales para descolonizar aquellos universos religiosos que fueron forzadas a adoptar históricamente”[9].
Espiritualidades que permiten reconocernos como cuerpas en relación, que establecen sinergias, a partir de las afectividades de mujeres que traen sus historias, su palabra, su sentir, sus artes; como camino de sanación, a partir de los pactos que surgen de la afirmación de la vida digna, la solidaridad y las reciprocidades frente a los discursos mediados por la “reactivación economica”, que limitan las relaciones desde el imperativo del dinero que vende y compra, que se anteponen.
Así, crece la conciencia de que la fuerza de los vínculos y de las crianzas mutuas permite sanar los sistemas industriales que violentan la integridad y la salud de los/a diversos seres que se exponen como mercancía, por la demanda ilimitada de abastecer a la economía globalizada, de la codicia, del poder, de la dominación y sometimiento que afectan a los cuerpos vulnerados, generando una serie de afecciones en su bienestar.
[9] Sylvia Marcos, Mujeres, indígenas, rebeldes, zapatistas, México: Eón, 2013, 4.
Sentir la sabiduría fecunda de las cuerpas en relación en los diversos territorios sirve de inspiración, creatividad y empeño para tejer alternativas que dignifiquen los cuerpos afectados por el hambre, la enfermedad, la violencia, la opresión laboral, el racismo, el sexismo, el desarraigo, la contaminación, la inseguridad. Es decir, nos permite establecer pactos que generen fisuras en los sistemas que generan las múltiples opresiones y violencias, como diría Lorena Cabnal, porque el sistema patriarcal y capitalista “quiere que muramos sintiendo que ganó la batalla sobre nuestros cuerpos, pero no sabe que somos una energía vital de transgresión que sigue danzando con las fases lunares”[10], reconciliando nuestros cuerpos con los territorios tierras.
[10] Lorena Cabnal. Red de sanadoras ancestrales del feminismo comunitario en Guatemala (consulta: 28 octubre 2021).
Son tiempos significativos que ofrecen la oportunidad de desaprender los monocultivos mentales mecanicistas y de verdades absolutas que ven la pluralidad como una enemiga que debe anularse. Por ello, es preciso sanar la memoria ingrata de las anulaciones, negaciones y acusaciones, para tejer las historias sagradas sanadoras, como lo hacen las sabias que nos invitan a dialogar con el ser denominado Covid19, y ofrecerle altares que le ayuden a encontrar el camino de retorno a su espacio. Como diría la sanadora Isabel Suyo del Centro de Medicina Andina, en Cuzco, Perú, “los pueblos andinos y amazónicos interpretamos la enfermedad y la salud desde nuestras cosmologías, basadas en el equilibrio de todo el ser, integrando lo físico y lo espiritual”[11], por lo que en este tiempo inciden en la medicina que procede de la alimentación, lo que las lleva a fortalecer las huertas familiares; pero también buscan cuidar las plantas medicinales que están siendo depredadas, y cultivar la espiritualidad andina que es parte de toda la vida y sus relaciones, a fin de potenciar la medicina ancestral como una propuestas de salud integral.
Desde las diversas conspiraciones gestadas desde nuestro hermoso pluriverso, en sintonía a los latidos del corazón de la Pachamama, seguimos intercambiando saberes, que buscan restablecer la vida y sus ritmos en plena conexión con la memoria sanadora que habita en la energía del agua, del fuego, de las plantas, de los ríos, de las montañas, las semillas, y los mundos que no vemos. Ya que nuestra fuerza vital se renueva en relación con otros cuerpos y cuerpas.
[11] Extracto de la ponencia sobre salud intercultural, que ofreció en el XXX Encuentro de Teología y Pastoral Andina, Perú-Argentina-Bolivia. Encuentro virtual realizado el 2 de septiembre de 2020.
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